jueves, 2 de agosto de 2012

Libre de Zyprexa (Olanzapina)

Esta semana le han retirado la olanzapina a Teo. Antes ya le habían bajado el valproato a la mitad; así que ahora anda por la vida con tan solo 500mg de valproato (que, por cierto, no le alcanzan para los niveles terapéuticos). Eso sí, todo lo ha hecho de la mano del psiquiatra.

El anuncio de la retirada de la famosísima olanzapina ya se había dado hace tiempo. Por un lado, estaba contenta, pues los efectos secundarios en Teo eran ya poco llevaderos. Por otro lado, temí, volví a tener pesadillas en las que Teo despertaba con los ojos hundidos de fango, como aquella noche en que le vino la manía, y me empujaba de sí con un golpe en la frente agarrándome del cogote. Teo mismo fue quien me despertó de la pesadilla, me tomó en sus brazos y me consoló tiernamente.

Y el día de dejar la olanzapina llegó y Teo recobró un nuevo brillo, la seguridad en sí mismo y las ganas. Ganas de hacer, ganas de vivir, ganas de sonreír. El efecto de transitividad no esperó en hacerse notar y yo misma me sentí mucho mejor.

No obstante, aún no está del todo "normal", los análisis de la tiroides revelaron un desajuste extraño (bajo en la T3), lo que el psiquiatra llamó una "depresión clínica". Ya había yo leído que las depresiones no son necesariamente de tristeza, pueden manifestarse, por ejemplo, con una fibromialgia o con un desgano físico generalizado. Quizás por eso parece que Teo nunca ha tenido depresiones, aunque lo cierto es que tampoco ha estado desganado nunca en su vida...

(... A veces aún guardo la esperanza de que este episodio fue único e inducido por una intoxicación, i.e. un muy muy mal viaje.)

Afortunadamente, caímos en las manos de la yoga, que nos ha enseñado a poner atención en nosotros mismos. Teo ha descubierto que siempre ha sufrido de una leve y ocasional ansiedad, sólo que antes no la detectaba y la pasaba de largo. Ahora es capaz de resentirla y, poco a poco, vamos aprendiendo cómo deshacernos de ella más eficaz y eficientemente. Primero, le pido que cierre los ojos y respire profundamente, luego que trate de localizar el lugar físico en donde anida la ansiedad. Una vez que lo ha identificado, le doy un pequeño masaje en la zona; si tenemos oportunidad, hacemos un poco de yoga, casi siempre la ansiedad se disipa.

También, le he aconsejado que haga una vigilancia de dos minutos de respiración profunda tres veces al día: en el desayuno, en la comida y durante su sesión de yoga en la tarde. El objetivo es aprender a estar atento ante cualquier cambio extraño y controlarlo antes de que se convierta en una causa potencial de desequilibrio.

Hasta hace poco mi proyecto había sido enfrentar la bipolaridad de Teo. Ahora me doy cuenta de que él está "bien" y, más aún, de que él es responsable y capaz de mantenerse. Mi función no es la de lidiar con su problema, sino la de apoyarlo cuando él lo necesite. Debo pasar a la siguiente página, el siguiente capítulo, el que trata de Kiki.