martes, 29 de mayo de 2012

Lo que me dice mi doctora P

Mi doctora P me ha hablado de las partes de conforman el yo o la imagen propia y la importancia de distinguir cada una de ellas:

Individuo: se refiere al aspecto más biológico del ser, aquél que ocupa comer, reproducirse, defecar. En él se expresa lo más animal y básico; por lo tanto, debe ser satisfecho primordialmente para que el yo pueda funcionar.

Sujeto: se refiere al la fase límbica del ser, aquél que necesita y se vincula, porque es resultado de la gesta y crianza. Representa, como dice Teo vulgarmente, "el cableado", todos los aspectos que "mamamos" a lo largo de nuestra niñez. En él se dejan ver las necesidades afectivas más recónditas, las reacciones reflejas producto de los primeros años de aprendizaje, lo que queda de “la impronta”. El sujeto se deja ver desnudo en los momentos de mayor vulnerabilidad y "el otro" debe saber acercarse a él a través del con-sentimiento y el afecto, sobre todo físico.

Persona: palabra cuya etimología griega se refiere al concepto de "máscara". Es el conjunto de todos los contratos sociales y morales que asimilamos camino al ser adultos, principios y valores de los que disponemos para pertenecer a cierto grupo. La persona cumple en la medida de las elecciones –las del yo– con las que el sujeto se vincula y compromete. Es lo que "contiene" al ser y lo hace  funcional para su grupo.

Hombre: se refiere al aspecto del ser que tiene la inquietud de dejar un legado. El Hombre aporta, contribuye y, a través de esa contribución, logra encontrarse un lugar en su grupo y la humanidad, sabiendo cómo y de qué manera puede ser útil.

Finalmente, está la Imagen Propia, que se alimenta del ego y se funda en cada uno de los anteriores aspectos.

Se supone que yo debo aprender a leer (en sus formas, su postura, sus frases, su mirada) cada uno de esos aspectos en Teo (y en mí, claro está). Debo estar cerca de su sujeto, pero tratarlo siempre como persona en una relación equitativa, sin condescendencia, siendo su amiga, su compañera, su socia, su amante (incluso su esposa), no su madre, no su hija. Tampoco debo ser su maestra cuando él no está dispuesto a ser aprendiz y hacerle ver cuándo estoy dispuesta a aprender de él (y tener disposición de hacerlo, claro).

La doctora P me explicó cómo el cerebro funciona a través de un gran número de conexiones bioquímicoeléctricas. Los pensamientos son pequeños "relámpagos" que van creando senderos en el plasma cerebral. Algunos pensamientos "fuertes" o "traumáticos" crean verdaderas zanjas que nos pueden hacer caer en abismos. Aunque el cerebro tiende a la dispersión, si las zanjas son muy profundas, actúan como imanes que nos conducen a pensamientos que pueden ser nocivos y de recurrencia patológica. Así pues, el objetivo es crear nuevos senderos sanos, nuevas conexiones que guíen esa dispersión por lugares "agradables". Apelar al cumplimiento de la persona que es Teo, o seguir rituales en ese mismo nivel, sirve para cultivar senderos "agradables". Por el contrario, algún mal cableado del sujeto (un patrón nocivo que se engendra en un recuerdo de infancia, por ejemplo), puede hacer que el sujeto de Teo vuelva a caer por zanjas oscuras; por eso hay que con-sentirlo, aprender a estimular el amor y el bienestar de ese sujeto a través del contacto y la cercanía con esa parte de su yo.

Leer el sujeto de Teo me ayudará a ver los signos más íntimos de él, aquellos que pueden denotar un cambio, una crisis que se avecina, una conducta impropia. Leer su persona, me permitirá apelar a contratos y acuerdos que podrán salvarnos en un momento de crisis o alejarnos de una posible recaída. Por lo tanto, es bueno establecer contratos, rituales y complicidades de pareja y amigos. El objetivo es establecer las conexiones cerebrales propicias para tenerlo siempre en el presente, el ahora, y los contratos y rituales forman conexiones cerebrales fuertes y potentes que nos ayudan a no desviar el cauce del pensamiento. Leer el Hombre, por otra parte, me ayudará a recordarle cuál es el legado que desea dejar, proyectarlo en el futuro situándolo en el hoy, apuntar las posibilidades que lo acerquen a cumplir con su legado y estimular su cerebro para que no se deprima.

lunes, 28 de mayo de 2012

Cómo prevenir una depresión en Teo y no morir en el intento

Últimamente Teo tiene serios problemas con el sueño: duerme, duerme, duerme.

A pesar de que Teo es más bien una persona dinámica y activa, siempre ha tenido muy poca tolerancia al sueño; es decir, que no se lo aguanta para nada, lo mismo con el hambre y el aburrimiento. Si tiene sueño, se echa a dormir, así sea en medio de una fiesta o un centro comercial en plena rutina de compra; si tiene hambre, es capaz de comerse unos Doritos ¡ya! para sentir la panza llena, aunque queden sólo quince minutos para estar en su restaurante favorito; si está aburrido, simplemente se va, sin importarle que parezca una grosería o alguien se sienta herido. Siempre ha sido así: o cero o uno y punto. Hace años eso me sacaba de quicio, con el tiempo tuve que tomar una decisión: o lo amo así o lo dejo ir.

No obstante, ahora el sueño es crítico. No es capaz de quedarse despierto más allá de las 20h y, si fuera por él, dormiría fácilmente hasta las 10h y tomaría siestas cada dos horas. Al principio pensé que se trababa de los efectos secundarios de la medicación (ahora que lo pienso, le pasa lo mismo con el hambre). Pero me pregunto si no se tratará del tan temido "bajón". ¿Cómo saber si no es una depresión?

Además del sueño, Teo se queja constantemente de desgano físico, le cuesta subir las escaleras de casa, le han aparecido "dolorcillos" por todas partes: la espalda, los hombros, las muñecas. Él insiste en que no, no tiene nada, son los malditos medicamentos, no se siente "triste". No obstante, observo un desinterés en él por cosas que antes disfrutaba. Por ejemplo, ayer fuimos a una reunión familiar y no quiso jugar con sus sobrinos como siempre. Había dicho que se moría de ganas por ver a su ahijada y, al final, la ahijada pululó olvidada de su nino. No tiene iniciativa por hacer nada y, si ha vuelto a trabajar, es porque sabe que es su deber. También, me ha referido varias veces "querer cambiar de vida", cuando bien sé que esta vida, la de ahora, es la que siempre había querido tener. Pero cada vez que apelo a que medite sobre si no se tratará de una depre, me acusa de preocuparme de más, de verle a todo cara de clavo con un martillo en la mano (porque, según él, estoy demasiado metida en esto de que es bipolar o algo así; como si el que hubiera querido morirse –al pensar que las reglas de la física y la vida eran otras– fuera cosa de nada).

La cosa es que ese desgano me frustra bastante y a veces me entran crisis de desesperación y frustración que me derrumban o me enfurecen.

Pienso en tres posibilidades:

a) Que todo sea efecto de los medicamentos. En tal caso, me desespera que Teo no tome cartas en el asunto, ni haga esfuerzos, ni se discipline, ni tenga mejor actitud en lugar de quejarse constantemente. Luego pienso que soy una egoísta y que quizás no sea capaz de entender el malestar que le causan los efectos secundarios.
b) Que sea efecto de una depresión. En tal caso, me desespera que no acepte su condición, que no sea más auto reflexivo, que no me escuche ni se apoye en mí. Luego pienso que soy injusta y poco inteligente al no buscar más y mejores estrategias para ayudarlo.
c) Que sea, simplemente, su personalidad. En tal caso, realmente me molesta su actitud, su falta de consideración, porque bien sabe que su sueño me afecta en más de un sentido (tengo que postergar o anular compromisos y aficiones por "atender" a sus "necesidades" de sueño). Luego pienso que yo ya sabía que Teo es así.

En fin, estoy en un vaivén de sentimientos encontrados, no sé si asustarme, enojarme, contenerme, ocuparme u olvidarme de Teo un rato.

Cualquiera que sea la razón de su sueño, debo entender una cosa: la libertad de Teo termina cuando mi libertad se ve afectada. Debo poner mis límites, saber hasta dónde llegar como compañera, hasta dónde puedo dar en función de mi propia salud y bienestar, sin ser egoísta. Y está bien saber eso, pero una cosa es saberlo en teoría y otra, saber cómo demonios llevarlo a cabo.

Más de una ocasión, sobre todo cuando Teo tenía todavía manía, quise salir corriendo, tirar la toalla, decir “este fue un chico que conocí en un supermercado y punto”. Esos días pasaron y finalmente recobré el valor para seguir amando a Teo… Pero me cuesta, me cuesta mucho entender esta relación ahora, ¿es la misma que antes?, ¿es equitativa?, ¿debo esperar menos de Teo?, ¿qué promesas hechas inicialmente seremos capaces de mantener?, ¿podremos seguir amándonos después de todo?

Por lo pronto he decidido:
i. Que seguiré indagando con cautela si Teo no está viviendo una depresión, pero pediré ayuda a la red familiar, a su psiquiatra y a mi doctora.
ii. Que trabajaré sobre mis límites (con mi doctora y con ayuda de la yoga y la autoreflexión), sobre lo que me mantienen feliz y saludable y trateré de ser mejor persona sin sobrepasarme.
iii. Que hablaré con Teo sobre las dudas en torno a nuestra relación, porque ante todo, somos dos.

viernes, 25 de mayo de 2012

Continuando con los "cómo"

Teo y yo seguimos tratando de entender si lo que pasó es el principio de una enfermedad crónica, si es bipolar, si sólo es maniático, si sólo fue una psicosis por intoxicación. A veces pienso que debo insistir en el simple hecho de que deberá tomar medicación toda su vida... pero he leído tanto y tan diferentes experiencias. Básicamente "devoro" todo lo que encuentro a mi paso, bibliografía, páginas especializadas, todos los artículos en Internet que encuentro, blogs y testimonios de bipolares y esquizofrénicos, foros, etc., etc., día a día, cada vez que puedo, siempre.

Los síntomas de Teo  coinciden con el trastorno bipolar  –con ausencia de depresión y de antecedentes claros–; pero eso es lo que yo creo (aunque he encontrado un artículo sobre unipolaridad maniaca muy interesante). El psiquiatra aún no me ha dado el fallo. El neurólogo, en cambio, piensa que fue una psicosis por intoxicación y que, con un poco de suerte, su vulnerabilidad no ha desencadenado una condición crónica y se puede estabilizar sin medicación de por vida y rehabilitación hiperbárica. El homeópata dice que fue un muy muy mal malviaje y lo trata con bolitas de gelsemium y demás (cambia cada semana). El yogui dice que debe bajar su ego, calmar su mente, alinear sus chakras. Lo cierto es que poco se sabe sobre lo que pasa en su cerebro y todos tienen una opinión.

Mientras tanto mi batalla es lograr que Teo asimile todo, que hagamos protocolos y contratos para evitar situaciones peligrosas, i.e. que sea hospitalizado o que ponga en riesgo su integridad y la de los que lo rodeamos. Pero Teo se escabulle, dice "sí, sí", pero luego no hace nada, tal vez porque hacerlo sea aceptar su enfermedad. Afortunadamente, aunque repela hasta el cansancio, se toma responsable y puntualmente su medicación (Epival ER & Zyprexa Zyds), hace yoga diario, toma omega-3, come saludable, cuida su sueño y está leyendo un libro sobre Acceptance & Commitment Therapy.
 
Otra de mis batallas el lidiar conmigo misma. Un test de salud mental on-line me advirtió de estar sufriendo un trastorno por estrés postraumático. ¡Qué raro!, ¿no? Lo cierto es que estoy cansada de esa zozobra continua, de no poder liberarme de pensamientos recurrentes destructivos, del fatalismo de ver enfermedad mental por todas partes y entre todos, de preocuparme por ello, de no dormir bien por pesadillas horrorosas... ¡ya! He decidido ir con una especialista (además de acompañar a Teo en la yoga y la salubridad de vida) y eso me ha ayudado mucho. Trabajamos sobre mi problema de somatización y mi miedo a la enfermedad de Teo con la teoría de Efoque y proyección. He aprendido a reconocer la constitución de "mi yo" y las distintas características que lo integran. Definitivamente uno enferma, eso hay que aceptarlo, que al decidir estar con alguien como Teo uno tiene que buscar información y ayuda profesional, sobre todo asimilar la responsabiliad de ser un cuidador, cosa que aún me cuesta trabajo: asmiliar la dependencia de Teo hacia mí y los sacrificios que ello conlleva.

Además, hay dudas siempre: si debo hablarle de tal o cual tema, si enojarse con él es pertinente, si debo esconder mis verdaderas emociones, cómo ser más asertiva, cómo propiciarle estabilidad y calma, cómo, cómo, cómo... y de todos esos cómo sólo voy sabiendo unos pocos.

Nuevamente me digo: "calma, Kiki, calma. Recuerda que amas a Teo y lo has amado siempre a pesar de todo". Amén.

domingo, 20 de mayo de 2012

De los "cómo"

Aún no sabemos bien cómo será la vida después. A mí me va mejor el optimismo: que Teo es razonable, que yo soy razonable, que los dos nos amamos, que él es fuerte. Pero la incertidumbre quema. Se supone que uno debe abrazarla, a la incertidumbre; abrazarla y esperar que la vida sea vida después de todo. Es lo único que quiero: vida. Sé que no sirvo para sufrir, ni él, y confío en que eso nos servirá.

Teo a veces se queda en blanco. Aún no sé si es la somnolencia, un dejo de manía o psicosis o que está asimilando todo. Ayer se quedó mirando fijo la palmera del jardín y me dijo “estaba seguro de que me podía transformar en ella”. El caso es que Teo no es de esas personas que les guste perder y quizás sienta que perdió, que la manía le ganó la jugada de la razón y en un parpadeo pudo perderlo todo, absolutamente todo.

Por lo pronto sabemos que tenemos que estudiar mucho, pensar en estrategias, planes de acción, check-lists para monitorear desajustes del ánimo, negociar dosis con el psiquiatra, intentar llevar la vida más saludable que podamos y abrazar esa salubridad como una nueva libertad. Malamente, a veces esa higiene de vida a la que de pronto hemos sido dispuestos pareciera una condena; nada de borracheras con los colegas; los desvelos, con cuidado; los viajes trasatlánticos, mejor pocos... Pero esa condena parece tal sólo porque nos lo ha impuesto “el destino”, porque no la hemos elegido. Qué de malo puede haber en dejar todo tipo de drogas, en cultivar el cuerpo y la serenidad del espíritu. Al contrario, eso debería darnos una libertad nueva, una a la que tontamente habíamos dado la espalda. Nuevos contextos dan nuevas libertades.

No puedo decir que todo me parezca positivo en este nuevo camino que se me presenta, lo cierto es que no lo sé. Temo que su manía vuelva exponencialmente y no pueda defenderme de ella. Sé que Teo nunca me lastimaría, pero cuando llegó la manía se llevó a Teo, a mi hermoso Teo. Lo único que se me ocurre es tener siempre a la mano un plan b, c, d… Él me dice que confíe en que nunca volverá a pasar, que él no permitirá que eso le vuelva a ocurrir, pero ¿hasta qué punto se puede mantener el control?, ¿cuál es el punto de no retorno?, ¿cómo? Además, está el lado oscuro de todo esto: ¿Teo tendrá depresiones? Hasta ahora no ha tenido ni una, de hecho, nunca en su vida ha estado realmente deprimido… ¿cómo hacer si se presenta?, ¿cuándo?

Bien, pues, trabajemos en el “cómo”.

miércoles, 16 de mayo de 2012

De cómo Teo me preguntó sobre lo que había pasado

Hoy Teo habló por primera vez de lo que ocurrió. Conducía (odio conducir) camino a recoger unos recados cuando me dijo “¿Cómo fue?”. No estaba segura de que debía contarle, pero después de todo ya tenía el alta hospitalaria.

Los días en el hospital fueron como cuaresma con mal tiempo, apenas quince por veinticuatro horas, pero el tiempo sucede distinto cuando se está en un hoyo. Él no sabía nada, nada de sí, pensaba que lo teníamos preso. Pobre de mi Teo. Un buen día simplemente se afeitó. Fue entonces que supimos que ya estaba mejor, que la locura iba cediendo.

Ayer, el psiquiatra le dio su libertad bajo fianza de olanzapina y ácido valpróico, hecho que ha aceptado a regañadientes. También fue con su homeópata de confianza, con un yogui y se ha encomendado a la ciencia de la neurología, por si las moscas. Es su equipo de salud, dice. Quizás por eso se ha sentido con el ánimo de indagar “¿qué hice esa noche?”. Le dije lo que pude.

Una vez traté de decírselo estando hospitalizado, se veía lúcido y yo quería entender por qué me había hecho lo que me hizo y por qué no me pedía perdón. “Lo hice de buena fé.” Eso me contestó. “¿Qué quieres?, ¿que te pida perdón?”. Sí, sí quería, pero sus disculpas eran huecas. Esta ocasión me abrazó y me pidió perdón sincero por lo que me había tocado vivir. Ya lo había perdonado, ya había entendido que no había sido él, no su yo completo, por lo menos.

Pero creo que mi inconsciente aún no lo perdona, porque le teme, porque su enfermedad todavía es más fuerte que yo, porque me tomó desprevenida y no supe cómo defenderme de ella. Pero estoy aprendiendo aprisa, mucho, y la muy desgraciada no me la vuelve a hacer. Si alguna vez Teo vuelve a ser poseído por esa loca manía sabré exactamente qué hacer. No es que vaya a aprender a tomar al toro por los cuernos, más bien, voy a aprender a ver por dónde viene y cómo evitar la embestida, porque yo no soy muy taurina que digamos y no me interesa salir a matar. El caso es que aún no puedo, no puedo dormir a lado de Teo sin que se me contracture hasta el alma.

Ayer vino mi doctora de la testa a purgarme el cuerpo. Estuve cinco horas con ella aprendiendo sobre el "yo" sobre el "yo" mío y el de él, sobre cómo distinguir cuando ese "yo" de él no es "yo", sino un fragmento perdido y cómo recomponer mi "yo" para volver a amarlo bien, amar a Teo, volver a amar a Teo. Aunque no haya dejado de amarlo ni un solo momento desde que le comenzó esta locura.

sábado, 12 de mayo de 2012

Cuando digo que Teo se volvió loco

La locura y la normalidad se han confundido con el calor del Desierto. Teo se volvió loco una noche de primavera. Estábamos los dos fumando en el patio. Pero ahí no había comenzado.

El origen es incierto; no obstante, la memoria nos sirve de sabueso. Quizás ya estaba así desde hace dos, tres, seis años, y la locura le llegó con franqueza sólo hasta ahora.

Antes de la locura:
Quizás comenzó a finales del año pasado, recuerdo que su lucidez era extrema, hablaba hasta por los codos, se aceleraba con las manos, con la vista, con el cuerpo que ya le venía demasiado magro y luego ¡click! Abrió una puerta en su mente que no pudo volver a cerrar, quizás nunca podrá volver a cerrarla. Lloró tanto esa noche, repetía cosas sin cesar, se cogía la alianza girándola infinitamente sobre su anular. Ese gesto le duró meses. Por eso sabía yo que algo no estaba muy bien con la cabeza de Teo, pero no dije nada, me callé. La mañana siguiente la puerta seguía entre abierta, pero yo me obstinaba en darle empujones de cierre. “No es nada, no es nada”. Estuvimos enfermos por las navidades y vi cómo Teo se llenó de una serenidad bastante perturbadora. Recuerdo que fuimos a la nieve y no paró de trabajar, esquiar y anidar en su habitación humidificada. Creo que el frío ayudo a que la manía no se presentara en su máximo esplendor. Luego los días fueron pasando sin que yo advirtiera lo que ya se anidaba en el cerebro de Teo

La locura:
Pero la manía loca llegó al patio de nuestra casa en una noche de primavera, como he dicho. Fue así: el fin de semana entero había sido nefasto, le había coqueteado a aquella francesa insoportable, se había ido con aquella otra gringa vieja y arrugada, se había empeñado en reclutar su pequeño séquito para engrandecer un imperio que se iba imaginando, uno en el que él era dueño y señor, todopoderoso, glorioso ser que posee un avión y derrocha generosidad entre los suyos, él era ¡Napoleón!. En mi espejo era vil y hasta desalmado, y me obnubilaban las heridas que todo ese comportamiento hacían en mí y no me daba cuenta de que todo era un delirio. Pero por fin era lunes y por fin estábamos en el patio, solos, “tranquilos”. Fumamos un rato. Paso otro. Fui a su lado e intenté besarlo, pero ya estaba casi ausente, se me había ido poco a poco y ahora era notoria la fuga. Luego, recargó su cabeza sobre la tumbona en la que ya llevaba masticando un no sé qué, miró al vacío y lo perdí. Lo noté en seguida en sus ojos y lloré frente a él pidiéndole que regresara. Intenté decirle que se quedara conmigo, pero ya estaba arriba, en la psicosis limpia de la peor noche de mi vida.

No contaré lo que pasó esa noche, no aún, pero ese fue el comienzo de esta nueva vida, una vida que aún no sé si será feliz o dolorosa, pero estoy segura de que será mejor.