miércoles, 9 de octubre de 2013

Yo soy yo, él es él

La vida va cobrando otra normalidad, una que no conocía antes de la manía de Teo, una que incluye un deseo constante por alcanzar una tranquilidad plena. Cuando la manía de Teo aún me resonaba en la piel, los primeros meses, pensaba que nunca sería capaz de volver a tener paz, sobre todo si continuaba a lado de Teo, y estaba dispuesta a sacrificar esa tranquilidad por estar a su lado, porque lo amo mucho. Luego me di cuenta que, por mucho amor que le tuviese, sin serenidad mis nervios se iban a quebrantar y con ellos mi amor por Teo. Así que comencé una búsqueda, una búsqueda por respuestas de todo tipo, pero sobre todo, una búsqueda por mi paz. 

Tuve que cambiar muchas ideas, romper con muchos paradigmas, reestructurarme. Tuve que comprender que mi paz no depende de Teo y que yo puedo estar bien independientemente de si es bipolar o no. Yo soy yo, él es él...

Así, cultivando mi paz en solitario, he descubierto que, así como la mariguana desencadenó una crisis de manía en Teo, la manía de Teo desencadenó una crisis en mí: algo que estaba latente desde hace muchos años, una urticaria que nunca sanó. La falta de paz estaba ahí, latente, desde siempre, sólo que había aprendido muy bien a hacerme la fuerte sin serlo de verdad. 

La manía de Teo me mostró esos aspectos de mí misma que aún no han madurado y me dio la oportunidad de crecer, de volver sobre mis malos pasos y rehacerlos con zapatos buenos, sin trampas de caminata a flote del suelo. La manía de Teo me mostró nuevas posibilidades de ser yo. He tenido que vencer muchos miedos, pero creo que lo estoy logrando.

p.d. Teo sigue estable.

martes, 14 de mayo de 2013

Ansiolítico

A veces Teo llega a casa un tanto agobiado. Aún no sabe muy bien calcularse, es decir, sopesar si sus pensamientos van muy acelerados, si eso será que se está poniendo mal o si simplemente está sugestionado por todo lo que le ha pasado. Como sea, a veces se pone un poco incómodo, estresado o ansioso.

Cuando eso sucede lo escucho. Trato de no alarmarme, de no alarmarlo, repienso si acaso no se me ha escapado algún prodromo, evalúo lo que ha sucedido esa semana. Veo que todo está bien y decido no preocuparme. Entonces le propongo un masaje.

La psicóloga me enseñó algunas técnicas de masajes terapéuticos y me instruyó para que se los pudiera dar a Teo, explicándome la relación entre las distintas partes del cuerpo y su efecto en la mente, cómo es que ciertas emociones se arraigan en los músculos y que su distensión procura, como reflejo, la distensión de las mismas emociones.

En su cumpleaños le regalé una silla de masajes, como las de los aeropuertos. Así que le digo que se ponga en la silla, programo un poco de música relajante, prendo un incienso, pongo luz tenue y pacientemente le doy un masaje con un ungüento antiestrés de lavanda. El resultado es muy efectivo. Teo se queda tranquilo y sereno. Su incomodidad se disipa y recupera el ánimo.

Es el ansiolítico que empleamos.

martes, 19 de febrero de 2013

Y si no pasa nada...

Ya será casi una año desde esa terrorífica noche de manía (y las terroríficas semanas que le siguieron). Teo está cada vez mejor. Dejó el medicamento desde noviembre. Poco a poco fuimos notando las mejorías: mejor disposición, mejor apetito, mejor ánimo... quedaba un poco de ansiedad o incomodidad (Teo nunca pudo ser claro sobre qué era esa sensación). Pero igualmente se disipó.
¿Qué prevalece?: la falta de seguridad en Teo. Pero supongo que ello se desprende de todo lo que le pasó: se dio cuenta de que puede perder el control absoluto y hacer cosas muy estúpidas y peligrosas.

Luego de la manía, nunca se presentó la tan esperada y famosa depresión.

Hace unos días Teo visitó al psiquiatra. Como era de esperarse, le dijo que estaba muy bien, que lo veía perfecto y que estaba sorprendido de su pronta recuperación y su notable salud. Teo (que aún se resiste a la etiqueta de bipolar) le preguntó: "Ahora que has visto mi evolución, ¿qué crees que fue lo que ocurrió hace un año?".

Por nuestra parte hemos estado leyendo sobre la psicosis inducida por cannabis y nos habíamos decantado por la hipótesis de que la manía que sufrió Teo fue producto de una intoxicación por cannabis. No obstante, la respuesta del psiquiatra fue: "tuviste un episodio de manía porque eres bipolar tipo I". Obviamente a Teo no le cayó en gracia la respuesta y se ha quedado bastante intranquilo.

Yo le pregunto y le pido que reflexione si ha observado, a lo largo de su vida, indicios que indiquen que es bipolar. Él dice que no.

Yo he notado, desde siempre, que es una persona muy activa y alegre, extrovertida, conversadora, hipersocial, curiosa e inquieta... pero no sé si eso signifique que es bipolar, me parece que no.

El psiquiatra, además, remató con un "no creo que salgas librado de otra crisis este año, seguramente te dará". Y de no ser así, le pidió a Teo el permiso para publicar su caso, porque nunca ha sabido de algo parecido.

El conducir del psiquiatra me hizo dudar de su ética profesional o de sus motivaciones. ¿Con qué propósito le diría algo así a Teo? Entiendo perfectamente que esté intranquilo.

Yo he tratado de encontrar casos de personas que han sufrido un único episodio de manía en su vida. Lo único que he encontrado son testimonios personales, pero nada formal.

Así que no nos queda más que esperar, esperar un año y si no pasa nada...

miércoles, 2 de enero de 2013

Fin de año

Se fue el 2012. Teo y yo estábamos contentos, pensando que con el 2012 se iba el peor episodio de nuestras vidas: aquél momento en el que perdió la razón.

A nueve meses de ese terrible episodio, estamos juntos y nos amamos vehementemente. Deseamos seguir juntos toda la vida y hemos hablado seriamente de comenzar una familia.

Aún se lamenta de no ser "el mismo de antes". Aún se siente incómodo algunas veces. Aún expresa no ser feliz (lo que me hiere profundamente). Aún dice que le cuesta trabajo tomar decisiones. Aún no recobra la seguridad en sí mismo.

En la superficie funciona mejor: duerme mejor, se desenvuelve mejor con los demás, sonríe más, trabaja más, hace planes, se proyecta en el futuro con determinación. Pero algo en él sigue apagado.

Su humor no ha cambiado en absoluto con las fiestas navideñas. De hecho, desde que dejó la olanzapina hace meses ha sido básicamente lo mismo. Tuvo otra leve mejoría al abandonar el valproato y nada más.

Lo que le ha mejorado son las ganas, la disposición a la vida, la determinación a estar mejor.

Con las fiestas nos relajamos un poco y no hemos podido hacer yoga, nos hemos pasado de sueño y la rutina se ha ido un poco al traste. Pero a mí me hacía falta esa pausa: tomarme la vida como si no estuviéramos enfermos.

A veces, por las noches, todavía me da una poco de ansiedad. Casi siempre me pasa cuando, sin querer, me pongo a rumiar pensamientos que sé que me hacen mal (sobre la "enfermedad" de Teo, sobre lo malo en mi vida, sobre mis hermanos enfermos, sobre mi padre malévolo). También, el clima de estas fechas me ha afectado. Siempre he sido muy sensible al clima (a veces me doy cuenta que soy yo la que cumple con más rasgos del TB), y generalmente me deprimo. Esta vez no ha sido la excepción, la diferencia es que ahora estoy más atenta y preparada para sobrellevarlo, así que no ha sido tan grave como otros años.

Mi pronóstico es optimista. Parece que Teo va saliendo de este oscuro momento que nos deparó la vida. Pero debo estar muy muy atenta, porque a veces uno se deja engañar por lo que dictan los deseos.