miércoles, 16 de mayo de 2012

De cómo Teo me preguntó sobre lo que había pasado

Hoy Teo habló por primera vez de lo que ocurrió. Conducía (odio conducir) camino a recoger unos recados cuando me dijo “¿Cómo fue?”. No estaba segura de que debía contarle, pero después de todo ya tenía el alta hospitalaria.

Los días en el hospital fueron como cuaresma con mal tiempo, apenas quince por veinticuatro horas, pero el tiempo sucede distinto cuando se está en un hoyo. Él no sabía nada, nada de sí, pensaba que lo teníamos preso. Pobre de mi Teo. Un buen día simplemente se afeitó. Fue entonces que supimos que ya estaba mejor, que la locura iba cediendo.

Ayer, el psiquiatra le dio su libertad bajo fianza de olanzapina y ácido valpróico, hecho que ha aceptado a regañadientes. También fue con su homeópata de confianza, con un yogui y se ha encomendado a la ciencia de la neurología, por si las moscas. Es su equipo de salud, dice. Quizás por eso se ha sentido con el ánimo de indagar “¿qué hice esa noche?”. Le dije lo que pude.

Una vez traté de decírselo estando hospitalizado, se veía lúcido y yo quería entender por qué me había hecho lo que me hizo y por qué no me pedía perdón. “Lo hice de buena fé.” Eso me contestó. “¿Qué quieres?, ¿que te pida perdón?”. Sí, sí quería, pero sus disculpas eran huecas. Esta ocasión me abrazó y me pidió perdón sincero por lo que me había tocado vivir. Ya lo había perdonado, ya había entendido que no había sido él, no su yo completo, por lo menos.

Pero creo que mi inconsciente aún no lo perdona, porque le teme, porque su enfermedad todavía es más fuerte que yo, porque me tomó desprevenida y no supe cómo defenderme de ella. Pero estoy aprendiendo aprisa, mucho, y la muy desgraciada no me la vuelve a hacer. Si alguna vez Teo vuelve a ser poseído por esa loca manía sabré exactamente qué hacer. No es que vaya a aprender a tomar al toro por los cuernos, más bien, voy a aprender a ver por dónde viene y cómo evitar la embestida, porque yo no soy muy taurina que digamos y no me interesa salir a matar. El caso es que aún no puedo, no puedo dormir a lado de Teo sin que se me contracture hasta el alma.

Ayer vino mi doctora de la testa a purgarme el cuerpo. Estuve cinco horas con ella aprendiendo sobre el "yo" sobre el "yo" mío y el de él, sobre cómo distinguir cuando ese "yo" de él no es "yo", sino un fragmento perdido y cómo recomponer mi "yo" para volver a amarlo bien, amar a Teo, volver a amar a Teo. Aunque no haya dejado de amarlo ni un solo momento desde que le comenzó esta locura.

1 comentario:

  1. Hola Kiki. Me he encontrado con este blog en el momento indicado, estoy pasando por la misma situación, mi pareja a quien amo profundamente presenta su primera crisis maníaca, la cual, a pesar de ser medico (y el también) me negé a reconocer en un primer momento, cuando vi que salia de las manos, alerté a toda su familia, estuvo hospitalizado durante una semana pero al salir persistía el comportamiento, actualmente está recibiendo su tratamiento y psicoterapia diaria pero en casa. Al igual que tu no quiero una vida de sufrimiento, pero tampoco dejar solo a quien quiero con el alma; es muy dificil sobrellevar todo, pero gracias a tus escritos me queda la esperanza de que no soy la única en el mundo que lo vive y que la eutimia es posible de lograr. Mucha gracias por compartir tus vivencias

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